María
Hola me llamo Maria y les quiero contar mi vida con la Hipertensión Pulmonar.
Aunque llevaba toda la vida (desde los 5 años) sufriendo la enfermedad y habiendo superado una operacón de corazón con solo año y medio, aunque sabía que no era igual que los demás niños, que algo me impedía jugar como ellos, hacer las mismas cosas… No fue hasta casi la adolescencia cuando llegué a comprender que estaba enferma. Me sentía diferente pero era feliz con mi vida, me había adaptado a un ritmo más lelnto, a utilizar ascensor en lugar de escaleras, a coger el transporte público en lugar de ir andado, pero todavía no era realmente consciente de la gravedad del asunto hata que por primera vez escuché en la consulta del médico la palabra »trasplante».
Tendría unos once años, aquello me afectó por un tiempo, empezaron los ataques de ansiedad, los llantos, la preocupación… Pero la edad me hacía centrar la mente en otras cosas, estudios, chicos, empezar a salir… Empezar a ser una mujer me salvó un poco de ser una niñá enferma, quería ser como todas las demás y así fue, no era rápida y mis labios eran morados en lugar de rosas pero yo, era una adolescente como otra cualquiera. Cuando terminó esta época y llegó el momento de madurar, llegó también el agravamiento serio de la Hipertensión Pulmonar, tenía que empezar a medicarme para estar bien y aún así cada día tenía más fatiga, más mareos, vértigos y mis labios eran más morados. Yo no quería aceptar que esto estuviera realmente pasando y a pesar de que los síntomas cada vez se hacían más notables decidí independizarme, trabajar y vivitr mi vida, sin contar con la enfermedad, sin querer saber nada de ella, sin asumir que todo avanzaba y que aquel trasplante del que me hablalban se acercaba. Cumplí los 22 y empecé a ingresar por arritmias, fatiga muy fuerte y falta de oxígeno. Los médicos intentaban explicarme más cosas sobre la hipertensión pulmonar pero yo prefería ignorarlo, no quería escuchar a los médicos hablar sobre mi ni tampoco que me explicaran a mi más de lo que sabía, esto me ponía más nerviosa y me hacía sentirme más enferma, sentía que la gente que estaba a mi lado no me entendía y que pensaban que era una vaga, que estaba sola, que era una persona rara, diferente a las de mi círculo incapaz de hacer una vida normal, a pesar de que siempre había luhado por ello, por ser como todos y hacer lo que todos hacían. Siempre me decía »si hubiera nacido sana sería bailarina, haría deporte, sería patinadora….» tantos sueños rotos por una enfermedad que me iba consumiendo cada día, sueños que pensaba que jamás podría alcanzar, que nunca llegaría a cumplir.. A los 23 años, en el mes de mayo me ingresan por falta de oxígeno y tras unas pruebas mi médico me da la noticia, aquella que llevaba años evitando escuchar, había llegado el momento de entrar en lista para trasplante cardio pulmonar Comencé a llorar e intenté comvencer al médico de que lo que tenia era ansiedad y que no necesitaba aquel trasplante. Al día siguiente volvía a ser la chica alegre, me reía y la energía positiva me invadió. Entonces decidí que había llegado el momento de conocer mejor la enfermedad, de buscar a gente en mi misma situación y gente que ya había pasado por el trasplante, así me encontré con la asociación, donde conocí mucha gente positiva y muchas buenas experiencias. Empecé a sentirme comprendida y a ver que no era la única en esta lucha, también conocí gente trasplantada que había cumplido sus sueños, que hacían deporte y una vidda muy normal. Entonces, ¿Podía sentirme yo una persona normal después de la operación? Podría bailar, correr, subir montañas, nadar… Dejé de ver lo negativo de esta enfermedad y el trasplante, a buscar información y a conocerme mejor, me sentía mejor conmigo misma y lo más importante, había aprendido valiosísimas lecciones de vida:
-Nunca estás solo, la experiencia de otros e informarse bien de lo que n os está pasandno siempre nos ayudará a superarnos en cualquier campo.
– Valorarr las pequeñas cosas de la vida, cosas que si hubiera nacido sana nunca hubiera valorado como subir unas escaleras, dar un paseo, correr, nadar, saltar… Cosas que después del trasplante disfrutaré como una loca, y si vives cada pequeña cosa de tu vida como un sueño cumplido nunca podrás dejar de ser feliz.
Y por último y para mi más importante, nunca dejar de reír, pase lo que pase.